martes, 29 de noviembre de 2011

fragmento de cazadores de sombras los origenes

Cuando guardas un secreto, cortas un agujero en tu corazón y lo cubres.
Con crueldad.
Con soledad.
Con mentiras.
Con lo que sea que lo mantenga oculto.
Con lo que sea que lo mantenga a salvo.
No importa lo que cueste.
El peligro es, si lo mantienes mucho tiempo oculto
que cuando la verdad finalmente sale a la luz
te romperá el corazón.
 
que hermoso falta menos tiempo para poder disfrutar de cazadores de sombras
:)

sábado, 19 de noviembre de 2011

Ver Para Creeer!!!!!!!

Tres personas iban caminando por un bosque: un sabio con fama de hacedor de
milagros, un rico terrateniente del lugar y, detrás de ellos y escuchando la
conversación, un joven alumno del sabio.
Aprovechando la presencia del sabio, el poderoso terrateniente le dijo:
-Me han contado en el pueblo que eres muy poderoso, que incluso puedes hacer
milagros.
El sabio le respondió:
-Soy una persona vieja y cansada. ¿Cómo crees que podría hacer milagros?
El hacendado insistió:
-Me han contado que sanas a los enfermos, restituyes la vista a los ciegos y
vuelves cuerdos a los locos. Esos milagros sólo los puede hacer alguien muy
poderoso.
El sabio repuso:
-¿Te referías a eso? Pues bien, tú lo has dicho: esos milagros sólo los
puede hacer alguien muy poderoso, no un viejo como yo. Esos milagros los
realiza Dios; yo sólo pido que se conceda un favor para el enfermo. Todo el
que tenga la fe suficiente en Dios puede hacer lo mismo.
El hombre con fortunas materiales le pidió:
-Quiero tener la misma fe para poder realizar los milagros que haces.
Muéstrame un milagro para que pueda creer en tu Dios.
-Esta mañana, ¿volvió a salir el sol? -le preguntó el sabio.
-¡Sí, claro que sí!
-Pues ahí tienes un milagro. El milagro de la luz.
-No, yo quiero ver un VERDADERO milagro -protestó el hombre rico-: oculta
el sol, saca agua de una piedra. Mira: hay un conejo herido junto al camino.
Tócalo y sana sus heridas.
El sabio le volvió a preguntar:
-¿Quieres un verdadero milagro? Bien. ¿No es verdad que tu esposa acaba de
dar a luz hace algunos días?
-¡Sí! A un varoncito, que es mi primogénito.
-Ahí tienes el segundo milagro. El milagro de la vida.
-Sabio -replicó el terrateniente-, tú no me entiendes. Quiero ver un
verdadero milagro.
El sabio inquirió plácidamente :
-¿Acaso no estamos en época de cosecha? ¿No hay trigo y sorgo donde hace
unos meses sólo había tierra?
-Sí -respondió el hombre rico-, igual que todos los años.
-Pues ahí tienes el tercer milagro.
-Creo que no me he explicado; lo que yo quiero...
No pudo terminar la frase porque el sabio lo interrumpió:
-Te has explicado bien. Yo ya hice todo lo que podía hacer por ti. Si lo
que encontraste no es lo que buscabas, lamento desilusionarte.
Luego de escuchar estas palabras, el poderoso terrateniente se retiró muy
contrariado por no haber conseguido lo que buscaba. El sabio y su alumno se
quedaron parados bajo la espesura del bosque. Cuando lo vieron perderse en
la lejanía, el sabio levantó al conejo, sopló sus heridas y las heridas
desparecieron.
El joven estaba algo desconcertado:
-Maestro; te he visto hacer milagros como éste casi todos los días. ¿Por
qué te negaste a mostrarle uno a ese hombre? ¿Por qué lo haces ahora que no
puede verlo?
El sabio demostró su sabiduría, una vez más:
-Lo que él buscaba no era un milagro, era un espectáculo, algo que lo
sacudiera de su rutina y le trajera un nuevo motivo de sorpresa a su
monótona vida. Le mostré tres milagros y no pudo verlos. Para ser rey, antes
hay que ser príncipe; para ser maestro antes hay que ser alumno. No puedes
pedir grandes milagros si no has aprendido a valorar los pequeños prodigios
cotidianos. El día en que aprendas a reconocer a Dios en ellos, ese día
comprenderás que no necesitas más milagros que los que Dios te da todos los
días, sin que tú se los hayas pedido.